Para mi cumpleaños (próximo, muy próximo) había decidido ir con A a visitar a B. B estará muy ocupado. A sin decírmelo, me dijo que prefiere otras opciones de viaje. No estoy enojada, pero si me quedo en mi casa lo estaré, estoy segura. Así que ya lo decidí, iré: sin A y aunque casi no vea a B. Sólo me falta checar un último detalle.
p.d. ¿por qué será que siempre termino viajando sola?
p.d.2 Ya estuvo también el último detalle... es un hecho
las cosas enfermizas se clasifican en simpáticamente enfermizas o artes y antipáticamente enfermizas o vicios
jueves, 23 de abril de 2009
jueves, 9 de abril de 2009
Anoche
Anoche, en medio del delicioso insomnio vacacional, me atrapó un impulso extraño.
Explicaré las cosas, una a la vez.
El delicioso insomnio vacacional es la respuesta que tiene mi cuerpo y su siempre compleja relación con el sueño al desajuste que supone no tener que despertarme a las cinco y cuarto cada mañana y, en consecuencia, no caerme de sueño antes de las once. Ya que no importa a qué hora me levante, tampoco importa a qué hora me duerma y eso frecuentemente me conduce a horas enteras de un insomnio no angustiante que siempre he disfrutado leyendo novelas cursis o -como fue el caso de anoche- viendo películas malas.
El impulso extraño fue claramente resultado de la hora (las tres de la mañana) y la mala película (los dos lados de la cama). Empecé a escribir un texto dirigido a alguien que sé bien que no merece que le dirija ni el saludo (y, de hecho, hace poco menos de un año que no le dirijo nada, absolutamente nada). El texto me está gustando, pero sé con toda claridad que irá a parar al mismo fólder de mezclilla en que están tantos textos fallidos, truncados, privados que nunca, nunca, serán leídos por nadie más. El problema es que no me detuve ahí, he empezado a escribir en mi mente y en una libreta otros textos semejantes dirigidos también a personas que sé que no se los merecen. Y ya que sé que nadie leerá los textos decidí al menos compartir con quien lea esto su existencia. Quien me conozca bien podrá adivinar los destinatarios imaginados.
Explicaré las cosas, una a la vez.
El delicioso insomnio vacacional es la respuesta que tiene mi cuerpo y su siempre compleja relación con el sueño al desajuste que supone no tener que despertarme a las cinco y cuarto cada mañana y, en consecuencia, no caerme de sueño antes de las once. Ya que no importa a qué hora me levante, tampoco importa a qué hora me duerma y eso frecuentemente me conduce a horas enteras de un insomnio no angustiante que siempre he disfrutado leyendo novelas cursis o -como fue el caso de anoche- viendo películas malas.
El impulso extraño fue claramente resultado de la hora (las tres de la mañana) y la mala película (los dos lados de la cama). Empecé a escribir un texto dirigido a alguien que sé bien que no merece que le dirija ni el saludo (y, de hecho, hace poco menos de un año que no le dirijo nada, absolutamente nada). El texto me está gustando, pero sé con toda claridad que irá a parar al mismo fólder de mezclilla en que están tantos textos fallidos, truncados, privados que nunca, nunca, serán leídos por nadie más. El problema es que no me detuve ahí, he empezado a escribir en mi mente y en una libreta otros textos semejantes dirigidos también a personas que sé que no se los merecen. Y ya que sé que nadie leerá los textos decidí al menos compartir con quien lea esto su existencia. Quien me conozca bien podrá adivinar los destinatarios imaginados.
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