jueves, 31 de diciembre de 2009

alguien cantó "no va más"


de algún modo el rivotril, el clonazepan se convirtió en un tema frecuente en mi final de año.

yo nunca he tomado un rivo pero eso se debe a que lo que le recetaron a mi madre fue lexotan (bromazepan) que sí que he usado en mis periodos de insomnio. no sé si sea mejor o peor, sólo afirmo un hecho.

hace unos meses caí en la cuenta de que un número alarmante de adolescentes padecen de insomnio. En la prepa, unos alumnitos descubrieron que más del 60% de los estudiantes afirman tener problemas graves para dormir. varios de estos alumnos, en lugar de tratar de entender las razones de su insomnio (yo no las entiendo a fondo, tengo algunas hipótesis y sobre todo una seria preocupación al respecto) recurren a salidas fáciles, siendo el rivotril una de las más comunes y en casi todos los casos suministrado por sus madres.

el rivotril, los intentos de dejar de usarlo o por entender su uso ha sido un tema frecuente en conversaciones con mis amigos más cercanos en las últimas semanas (en el shirushi, sentada en el piso en un pasillo de la roma mientras se horneaban las galletas, en la sala de l.) y, de algún modo, decidí (o me di cuenta) de que "clonazepán y circo" de calamaro es mi canción para esta fin de año.

más allá de si se trate de clonazepan, bromazepan, flores, alcohol, es claro que a muchos de nosotros nos duele el mundo y como que últimamente se no está cayendo a pedazos ¿no?

Perdimos estabilidad
no sabemos de que lado
vamos a quedar parados
se agotó lo natural
mentimos una vez más
no cantamos la verdad.
en nuestra vida real
siempre fuimos decadentes
tuvimos la libertad
apretada entre los dientes
alguien cantó "no va más".
con los párpados pegados
por un sueño postergado
nos cansamos de luchar.
demasiada camiseta
y cada vez menos gambeta
la sonrisa cuesta más
de que país estoy hablando
las neuronas van marchando
mucho traje de fajina
pero sobra cocaína.
y con el precio que tiene
éste lugar me conviene...
gente fina, delincuente.
algunos ya diputados
y brindo por nosotros
dos tarados que les pagamos.
antes pelo, ahora gente
antes lucha, ahora circo
antes pan, ahora clonazepán
pastillas, la última esperanza negra
podés pedirle pastillas a tu suegra.
no me digas la verdad, no me mientas
ya me di cuenta que no es lo que era
de eso se da cuenta cualquiera
antes o después de las rosas
ves a través de las cosas.
en nuestra vida real
siempre fuimos decadentes
tuvimos la libertad
apretada entre los dientes
alguien cantó "no va más"

la canción del fin de año

martes, 29 de diciembre de 2009

estoy un poco occidentada


¿Por qué la ubicación espacial se relaciona con el oriente y la falta de ella con el norte? Ser orientado y estar norteado.

Estoy leyendo "El suelo bajo sus pies" de Salman Rushdie. Rushdie dice que el oriente era fundamental para los marineros, que navegaban siempre viendo al oriente, quizá sea verdad. Pero ¿y el norte? ¿por qué nortearse y no surearse o occidentarse? Quizá porque occidentare suena mucho más catastrófico, como que occidentarse es perderse con accidente incluido. Pero para variar estoy divagando.

Lo que quería contar es que mi sentido de la orientación es verdaderamente bueno, es un rasgo del que estoy verdaderamente orgullosa. Definitivamente hay algunas cosas, como las bocas de metro que logran desorientarme pero es sólo por un momento. Salgo, doy un par de vueltas y de repente mi cerebro se alinea y mi orientación vuelve.

Pero ése es un caso verdaderamente excepcional. En general suelo decir "sé exactamente en dónde estoy y sé a dónde voy" y realmente no estoy hablando en sentido figurado. No sé si mi orientación sea genética -mi papá es una de las personas más orientadas que conozco- o si sea un resultado del instinto de supervivencia, mi mamá tiene un sentido de la oritentación tan malo que aprendí a fijarme por dónde íbamos desde antes de cumplir los tres años. Mi mamá nos decía "fíjense por dónde vamos para que me ayuden a regresar" y no sé si se deba a mi poca tolerancia a las vueltas erráticas, si sea una respuesta de hermana mayor o si realmente heredé la orientación de mi padre pero desde entonces le decía "mami, es para el otro lado".

Tengo el don de rodearme de gente desorientada y soy el taxista/GPS de gran parte de mis amigos (y mis hermanos). No es extraño recibir una llamada pidiéndome indicaciones para llegar de un lugar a otro, para encontrar algún sitio o para desperderse. Y en esos casos me encanta dar indicaciones con la mayor precisión posible, y me vuelve a salir lo hija de mi papá cuando digo cosas tales como: "en la esquina vas a ver un poste doblado, das vuelta ahí a la izquierda y el lugar que buscas está cuarenta y cinco metros más adelante del lado derecho".

lunes, 28 de diciembre de 2009

final del reto

Con este post acaba el reto pero queda el propósito.

El 28 de noviembre algo extraño se apoderó de mí y decidí hacer un esfuerzo por "publicar por lo menos una vez al día durante 30 días" y hoy afirmo que seguiré procurando publicar con la misma frecuencia. Durante estos treinta días el espacio de escritura pasó de ser el "¿ahora qué demonios escribo?" que se nota en muchos posts a un "necesito sentarme a escribir" que espero ya se empiece a notar.

El proceso ha sido delicioso. Como las fechas lo demuestran cumplí puntualmente con el post diario hasta que salí de vacaciones (el 18 de diciembre). A partir de ese momento empecé a publicar más tarde porque, como cualquiera que me conozca sabe, soy una persona eminentemente nocturna. Mis ideas fluyen mejor después de las once y media, los posts quedan mejor como a la una. Hubo dos días en los que de plano no publiqué (y hablo de días en la acepción más laxa del término: el espacio entre que me levanto y me acuesto) el 22 y el 24 de diciembre. El 22 fue porque pasé muchas horas en la cocina de mi amiga G. haciendo galletitas navideñas varias. A las tres de la mañana que terminamos con las galletas yo lo único que quería era dormir. El 24 no escribí porque el día me agotó, creo que la entrada que escribí al respecto es suficientemente elocuente. En ambos casos repuse puntualmente las entradas faltantes al día siguiente.

Siempre he disfrutado escribir y nunca había tenido la disciplina suficiente para hacerlo de manera regular. Cierro el mes con la clara consciencia de que felisbertiana (el espacio) ha adquirido una vida nueva, se ha transformado en algo distinto y que Felisbertiana (la voz) sigue teniendo mucho que decir. Gracias a todos los que me han leído con más o menos paciencia durante estos treinta días. Los invito a seguir pasando por aquí con frecuencia porque esto todavía no se acaba.

Mi queridísimo A. merece una mención especial por haberse unido al reto, por haberme estimulado a cumplir y por haberme acompañado una vez más es estos espacios de intimidad compartida.

domingo, 27 de diciembre de 2009

la red y la mala ortografía

Odio los tests de facebook, son malísimos, predecibles y sobre todo, están llenos de faltas de ortografía. (Aunque tengo que confesar que a veces, contesto alguno y no publico el resultado. Confiésenlo, ustedes también son contestadores de tests de clóset).

Soy una persona poco tolerante a algunas cosas. Creo que la mala ortografía es una de las cosas que menos tolero. Concuerdo completamente con Xavier Velasco cuando dice que «La mala ortografía no es más que una leve variante del mal aliento» (y que, por cierto, fue la frase de la solapa de algarabía de noviembre). ¿Cómo puedes confiar en los resultados de un test si la persona que lo hizo no puso atención a la ortografía y si, además, pone como texto por default en las invitaciones que es "sorprendentemente preciso" o que es "tan preciso que da miedo"? Quienes deberían decir eso del test son los usuarios, no el autor.

Realmente creo que facebook necesita urgentemente un corrector ortográfico, la posibilidad de reportar las faltas de ortografía y, sobre todo, que expulsen definitivamente al chistoso que hizo la primera aplicación para desarrollar tests.

Un número considerable de alumnos de la prepa son mis amigos en facebook. Por principio no los solicito pero acepto a todos los que me solicitan. Este hecho me ha permitido entender muchos razgos de su mundo y en particular el hecho de que en el mundo en el que están creciendo la ortografía es absolutamente irrelevante. Y no me importa parecer purista, este hecho me aterra. Sé bien que la buena ortografía es un requisito indispensable para poder lograr una comunicación efectiva por escrito. Y si se considera que viven sometidos a un exceso de comunicaciones escritas, la ortografía no puede dejarse en segundo plano.

La ortografía es una de las razones por las que me siento mucho más cómoda en twitter, la mayor parte de las personas a las que sigo suelen ser muy cuidadosas con la ortografía. De hecho, puedo afirmar que la mala ortografía es razón suficiente para unfologuear a alguien.

sábado, 26 de diciembre de 2009

cambio de planes

Martín Romaña es el protagonista de los Cuadernos de Navegación desde el Sillón Voltaire (que incluye las novelas La vida exagerada de Martín Romaña y El hombre que hablaba de Octavia de Cadiz) de Bryce Echenique. Es un personaje que siempre me ha parecido entrañable y con quien comparto un grave defecto: odiamos dar molestias. Por esta razón, Martín Romaña pasa una serie maravillosa de episodios inverosímiles y atropellados. Por esta misma razón yo tengo, con bastante más frecuencia de la que me gustaría admitir, mis propios episodios Martín Romaña. De hecho, tuve uno hace unos cuantos días que significó un bajón de azucar y un dolor de cabeza horrible sólo porque "odio molestar".

Esta tendencia natural a la prudencia patológica combinada con un sobredesarrollado sentido del deber hacen que con mucha frecuencia tome decisiones absolutamente estoicas (es decir, motivadas simplemente por "cumplir con mi deber"). Haber organizado, completamente sin ganas, la excursión familiar anual a ver una película infantil la noche del 25 de diciembre es un ejemplo muy claro de esta tendencia.

Tampoco es taaaaan grave, a veces, sólo a veces, logro vencer estas tendencias estoicas y expreso con claridad lo que quiero. Mis planes para año nuevo eran un ejemplo de esto. Me costó mucho trabajo, pero desde hace muchos años decidí no volver a pasar fin de año en Veracruz si no estaba también alguno de mis hermanos (o, en caso ideal, los dos). La última vez que lo hice fue horrible y lo pasé muy mal. Este año mis hermanos, como de costumbre, están muy lejos. De hecho, por segundo año seguido, pasamos Navidad cada uno en un continente distinto. Al ver que se acercaba un nuevo fin de año en Veracruz sin mis hermanos, decidí no ir. Tardé tres semanas en encontrar el momento adecuado para decírselo a mi mamá y lo hice sólo tras una negociación acalorada conmigo misma que me condujo a decidir que iría a Veracruz unos días con mis papás para ver a la familia y para que mi mamá no pensara que tengo algo personal contra su familia. Todo iba muy bien, nos vamos a Veracruz el próximo lunes y yo me iba a regresar el miércoles 30 para pasar año nuevo aquí en Puebla con mis primas.

Todo iba muy bien pero hoy en la mañana mi mamá me despertó con la noticia de que mi papá se desgració una rodilla. Está tan mal que hoy anduvo todo el día en muletas y no fue a misa (quien conoce a mi papá sabe cuán grave debe estar para haber llegado a esto). Está tan mal que lo más seguro es que no pueda manejar en un par de semanas. Está tan mal que, para que mi mamá pueda pasar año nuevo en Veracruz me tendré que quedar yo para poder manejar de regreso a Puebla. Y sí, tengo que admitirlo, estoy enojadísima.

¿ya terminó navidad?

¿Ya terminó Navidad? Si es así, por favor despiértenme. Este año, ni sentí la Navidad, la viví en un estado de semi-autómata.

Ayer mal preparé una pasta (pues un error me dejó sin el ingrediente principal de la que tenía planeada). Me arreglé y bajé sonriendo. Cené, creo que lo de siempre pero ni eso podría asegurar. Contribuí un par de ideas a la conversación. Logré que mi tío y mi papá se obsesionaran con la caída del papa.Acabamos de cenar, mal cantamos villancicos (no sé ni por qué lo hicimos, es todo un horror). En cuanto me dejaron corrí a despintarme y me eché un clavado a mi cama.

Hoy amanecí tras 11 horas de sueño. Mi mamá me levantó con una noticia que será parte central del próximo post así que no pienso adelantárselas. Desayuné sandwich de pavo y coca light porque es lo que se desayuna en mi casa en Navidad. Me bañé, me vestí, me arreglé, ayudé diez minutos con la espantosa ensalada de manzana y me fui a la comida.

Llegé, saludé, me senté, comí. Me pidieron que organizara el cine, organicé el cine. Me sugirieron película, decidí lugar y hora (que para algo soy la presidenta), hice la lista y junté el dinero. Fui a comprar los boletos (42), regresé un rato, volví a ir al cine, asigné el reparto de boletos, compré palomitas, refrescos y dulces con el dinero que sobró. Vi la película, salí, volví a mi casa.

La pregunta central aquí es ¿disfruté algo de entre todos los verbos en la primera persona del singular del pasado perfecto simple en modo indicativo? La respuesta es mucho más sencilla que la pregunta: No. Y no es que me haya molestado horriblemente hacerlo o que se me haya hecho cuesta arriba. Simplemente lo hice como autómata, porque tocaba, porque había que hacerlo. Pero ahora parece que ya terminó la navidad ¿no? si es así, quizá ya sea hora de despertar.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Feliz Navidad a todos

Mañana publico con calma ¿qué tal sus celebraciones? Navidad es la única celebración de bajo perfil en mi casa. Cenamos cuatro personas con toda calma.

jueves, 24 de diciembre de 2009

una capilar

Como muchos de ustedes saben, mis chinos no son algo que me haya acompañado toda mi vida. Son más bien un resultado de mi pubertad. A los doce años tenía el pelo largo y ligeramente ondulado. Me lo cortaron chiquitito y ¡sorpresa! resultó que tenía chinos.

Durante un año los dejé crecer sin ponerles demasiada atención, mi pelo cortito empezó a crecer hasta convertirse en un auténtico afro (estoy hablando de 1990, año en el que absolutamente nadie usaba afros). Mi terrible despeine era un asunto que generaba reacciones violentas, todo mundo quería peinarme, llevarme a la peluquería y yo lo máximo que hice fue comprarme una diadema que combinara con mi uniforme y usarla todo el tiempo.

En parte se debío a una reacción a todos los años que llevaba impecablemente peinada, sin un pelo fuera de lugar y los ojos razgados por lo restirado del peinado. La otra explicación es que los chinos eran una realidad a la que nunca me había enfrentado y, realmente, no sabía cómo manejarlos.

En ese año saqué muchas fotos pero no las mandaba a revelar y hoy creo que el espejo de mi cuarto no debía funcionar adecuadamente porque no fue hasta que vi las fotos reveladas que me di cuenta de que parecía que me había escapado de la jaula de los leones. Cuando abrí los ojos y me vi bien, decidí empezar a asumir que mi pelo ya nunca sería el que había sido y que necesitaba un tratamiento diferente. Mis primas mayores me condujeron al mouse. A partir de entonces mi pelo estuvo sometido a las grandes cantidades de mouse necesarias para no tener ni un poco de frizz. Incluso restando las épocas en que mi pelo ha medido menos de dos centímetros llevo mucho más de media vida con mis chinos (que hoy me encantan, no los cambiaría por nada) profundamente reprimidos por diversos productos para evitar el esponjamiento.

Como conté la semana pasada, tengo un nuevo corte de pelo y este corte supone traer el pelo esponjado. Aceptarlo ha supuesto replantear algunas de mis creencias más arraigadas. Salirme de bañar y no llenarme el pelo de cosas resulta ser un esfuerzo enorme todos los días. Vivo obsesionada con volver a parecer leona de circo o peor aun con portar el bonito (y siempre criticado) look conocido como chinos cepillados. Cada vez que paso frente a un espejo me reacomodo los chinos y llevo una crema para peinar en la bolsa todo el tiempo.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

nueva noticia informativa

lo acepto, ayer no publiqué. pero como la entrada estaba lista la voy a publicar con la fecha de ayer. lo único que faltó fue subirla y no lo hice porque estuve seis horas (y juro que no es exageración) haciendo galletas con mis amigos

martes, 22 de diciembre de 2009

miedo

Soy miedosa por naturaleza. Psicoanalíticamente (y muy en broma, todos sabemos que no soy ni psicóloga, ni psicoalanista ni nada que se le parezca) lo achacho a un trauma de nacimiento: después de que mi pobre madre tuvo más de veinte horas de trabajo de parto, todo parecía estar listo para que yo naciera. Y ya estaba en ello poero un obstáculo imprevisto -la espina de la pelvis de mi mamá- me hizo retroceder. En ese momento decidí que eso de nacer y enfrentar un mundo totalmente nuevo no me parecía tan buena idea. Como me negué terminantemente a volver a poner de mi parte, nací por cesárea.

No sé si éste sea realmente el origen de mi saconería, aunque discursivamente me parece que suana muy bien. Lo que sí sé con seguridad es que soy muy miedosa y que hay algunas cosas que me generan un miedo que raya en el horror. Quizá por eso me gustan tanto los cambios, porque me causan vértigo y requieren invariablemente un salto mortal.

Pero el tema central de hoy no es el vértigo sino el miedo. Tengo, como todos, muchos miedos irracionales; pero también tengo algunos completamente racionales y fundamentados como el miedo a la ignorancia, la intolerancia y sus terribles consecuencias. Tengo miedo a lo que está pasando en el mundo y en mi país últimamente. Hoy tengo miedo.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Más piano

Hice sexto de primaria en un internado en Escocia. Como ya llevaba tres años estudiando piano -sin claros avances, he de reconocer- mis papás decidieron que era una buena idea que siguiera estudiando piano allá.

Evidentemente, la educación artística y musical era en Escocia un asunto mucho más serio que en México. Tomar clases de cualquier instrumento significaba dos horas de clase a la semana y una o dos horas de práctica diarias. Las clases eran durante la mañana y cada semana se asignaba un horario distinto porque para ir a clase de piano había que faltar a alguna clase ordinaria. Y las prácticas eran en la tarde y representaban la única razón para poder ausentarse del study hall durante las horas asignadas a hacer la tarea.

Mi maestra se llamaba Miss Wormald. Era un vivo ejemplo de todo lo que fue cursi a finales de los ochenta. Era un catálogo ambulante de Laura Ashley (circa 1987): vestidos con enormes y saturados estampados florales, grandes hombreras, manguitas abombadas y grandes lazos por atrás; medias blancas, zapatillas de color pastel. Pelo rubio con permanente esponjado y una diadema, también de flores que hacía juego con el vestido. Largas uñas largas (lo que la obligaba a tocar el piano con los dedos extendidos) y demasiado blush, demasiado rosa, demasiado pastel. No sé si sea deformación de mi imaginación pero la recuerdo llegando a clase con una canasta en lugar de bolsa de mano.

Recuerdo con mucha claridad su gesto duro, su perfume demasiado floral que era tan intenso que me mareaba (y eso que Dios me bendijo con un pésimo sentido del olfato). Pero recuerdo sobre todo la brusquedad con que me corregía, su trato que hoy no puedo tachar más que de racista y que con ella aprendí, por la mala, que decir Oh, God! en inglés no es de buen gusto ni de señoritas decentes.

Las clases se convirtieron muy pronto en una absoluta tortura y la hora obligada de piano practice en un enorme aburrimiento. Al grado que, al cabo de unos meses, desarrollé la técnica necesaria para esconder la novela que estaba leyendo atrás de las partituras y la capacidad de leer sin dejar de poner atención a los pasos de las profesoras que pasaban a verificar que estuviéramos donde teníamos que estar, haciendo lo que teníamos que hacer. En cuanto oía pasos acercándose, ponía la partitura sobre el libro y volvía a mis ejercicios. Nunca descubrieron que usaba casi toda la hora para leer y la chava que practicaba clarinete en el cubículo siguiente -y, afortunadamente, era bastante buena- estaba muy agradecida de no tener que tocar conmigo al piano de acompañamiento.

Cuando volví de Escocia me rehusé a volver a piano y en algún momento de inexplicable no se qué, entré a clases de ballet, pero ésa es otra historia.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Mi memoria y su funcionamento incomprensible.

Les dejo una bonita recitación navideña, digna de las caricaturas decembrinas de Magú en La Jornada, que me sé desde hace 20 navidades. No es buena, pero mi pobre cerebrito la repite una y otra vez, en particular en estas bonitas fechas. Si a los doce estaba muy grande para aprendérmela, no tiene ningún sentido que dé vueltas en mi cerebro a los 32.

Confieso que lo googleé pero sólo para darle crédito al autor, me acuerdo del poema íntegro.

Turkeys don't like Christmas,
which may come as no surprise.
They say why don't human beings
pick on people their own size.
To sit beside potatoes
in an oven can't be fun,
so the turkey is quite justified
to feel he's being done.

Richard Digance

Lo más extraño de todo es que me acuerdo no sólo de éste, sino de muchos otros poemas que le enseñaron a mi hermana en el internado pues estaba en la sección de niñas chiquitas. Puedo recitar poemas al dinosaurio, a un guardarropa, a una niña que se quería subir a un árbol, hasta una obra de teatro -pantomime- completitia de Cenicienta que empezaba con las bonitas palabras: "Kind friends, we now present before you and we hope we shall not bore you..."
Recuerdo todos esos versos con mucha mayor claridad que nada que haya aprendido yo en mis clases durante ese año. ¿Por qué la memoria hace estas cosas?

sábado, 19 de diciembre de 2009

En casa de la señorita Refugio


(úsese como sonido de fondo para leer esta entrada)





¿Saben que tomé clases de piano durante cuatro años?
Los tres primeros fueron con una viejita, y no exagero,
tenía cerca de 90, que vivía muy cerca de mi casa, con
su hermana mayor, que ya tenía 90, y que daba clases
de inglés en un departamentito en la casa de su sobrina.
Mi única experiencia de clases de piano fuera de ésas y
las que tomé en el internado, es literaria y, para más
datos, de narrativa sudamericana. Y hoy, veinte años
después, no puedo evitar descubrir que mi experiencia
se parece mucho a las leídas, todas de las primeras
décadas del siglo XX: Dos señoritas mayores que daban
clases particulares a niñas y jóvenes en su casa, una casa
llena muebles cuya única función era dejar lugar para
muñequitos de porcelana en carpetas de ganchillo,
muchos muñequitos de porcelana y muchas carpetas
de ganchillo.


La hermana menor acariciaba con esoñación las teclas
de su mejor piano pensando en la gloria que podría
haber alcanzado como pianista de concierto si su
papacito no le hubiera dicho que ésa no era ocupación
adecuada para una señorita decente. La hermana mayor
recordaba con cada lección, con cada palabra difícil,
al güero con el que realmente había aprendido a hablar
inglés. Ése que se fue pero que prometió volver y que
ella, más de setenta años después, seguía esperando.

Llegábamos mi hermana y yo a clases como a las seis

de la tarde, entrábamos a la casa, atravesábamos un
enorme patio -seguramente no era más grande que
una cochera para tres o cuatro coches- y subíamos
una larguísima escalera hasta el departamento que
estaba en un tercer piso. La hermana mayor nos
abría la puerta, pues resulta más fácil levantarse a
medio dar una clase de inglés que una clase de piano.
Nos sentábamos en una gran mesa a repasar en silencio.
Cada clase empezaba en esa misma habitación con una
serie de preguntas de teoría de la música que tenía que
haber memorizado. La primera pregunta era,
invariablemente:


-¿Qué es la música?


-La música es el arte de los sonidos


Después, pasábamos al piano de estudio a la clase de
solfeo con un libro de nombre maravilloso: El solfeo
de los solfeos. Con el metrónomo de fondo solfeaba
bajo la dura mirada de la Señorita Refugio:


-Sol, fa, re, fa, mi, re, sol


Y entonces llegaba la hora de la verdad, la hora de
sentarse en el piano de la sala, el piano bueno, el
de concierto. Primero tocaban ejercicios del Czerny
y el Schmidt. Y después, los avances de las piezas
que estaba poniendo para el recital. Hasta el día de
hoy es lo único que puedo tocar completo: una
Mazurka y una pieza que se llama La música de las
hadas.




Las clases de piano eran largas, aburridas, en el
departamento hacía mucho frío y olía a viejita
encerrada. Además, como ya he dicho otras veces,
la música no es lo mío. La señorita Refugio era muy
dura y exigente. Recuerdo con auténtico dolor la
posición en el banco, los brazos, los codos, los dedos.
Mis únicos consuelos eran que yo resulté un poco
menos mala que mi hermana y que mis manos
-que siempre me han gustado- se veían muy bonitas
tocado el piano.



-queda pendiente hablar de mis historias del último año de
clase de piano de Miss Wormald, otro estereotipo pero de
solterona británica cursi y amargada y que hasta el día de
hoy sigue siendo un referente en mi cerebro cuando
se habla de la moda de los ochentas-

paso de la memoria al tiempo, pero sigo siendo yo

Es un hecho universalmente conocido que, a medida que crecemos, cambia nuestra percepción del tiempo. ¿Se acuerdan que largos eran los años durante su infancia? Las vacaciones de verano eran eternas, un curso escolar era como toda una vida. Hoy afirmamos, y es más que un cliché, que el año se nos fue sin darnos cuenta. Es increíble que le queden menos de dos semanas.

Una señal de que se es adulto es que la percepción del paso del tiempo se estandariza. Hasta ayer yo hubiera dicho que esto sucede alrededor de los 18 años, pero vi en facebook una serie de fotos de hace dos años o dos años y medio con la etiqueta "fotos muuuuuy viejas". ¿Alguien de ustedes consideraría que unas fotos de hace dos años son muy viejas? Tengo fotos de hace tres o cuatro años que yo sigo considerando recientes.

¿Será que la percepción del tiempo se acelera inexorablemente durante toda la vida? ¿se estabilizará en algún punto? ¿En cuál? ¿O será, más bien, que a los 18 todavía se está lejos de ser auténticamente adulto? ¿qué creen?

jueves, 17 de diciembre de 2009

El primer día en el kinder

Mi primer día en el kinder lo recuerdo muy bien. Lo recuerdo extrañamente mejor que el primer día de primaria o de secundaria, quizá incluso mejor que el primer día de prepa.

Tenía tres años y llevaba varios meses suplicando que me mandaran al kinder pues ya me sentía grande y no tenía el menor interés de quedarme en la casa con los bebés. En ese momento, mi casa era un duplex y en el piso de abajo vivían un primo de mi papá, su esposa y su hijo Billy, que tenía exactamente mi edad. Los dos entramos al mismo kinder el mismo día. Su mamá y mi mamá fueron juntas a dejarnos. Yo estaba muy emocionada, por fin era grande, por fin iba al kinder con mis primos mayores (entonces iban al mismo kinder 5 ó 6 primos hermanos míos). Llegamos juntos y nuestras mamás nos fueron a dejar hasta el salón que estaba como a cuatro larguísimos metros de la entrada. Nos tocó con la Seño Teté. Nos sentamos en una mesa y las mamás se despidieron. En el momento en que se fueron, Billy empezó a llorar con auténtica desesperación, me acuerdo como si lo estuviera viendo, se ponía rojísimo y abría mucho la boca, también era muy estridente. Yo lo veía con incredulidad mientras pensaba "este pobre es idiota, no sabe que al rato van a regresar por nosotros". Billy lloró todo el día y siguió llorando muchos días más. Cada día mi incredulidad crecía más ¿por qué seguía llorando? si no había funcionado el primer día ¿qué le hacía pensar que podía funcionar el quinto o el sexto? ¿no se cansaba? ¿no se daba cuenta que el kinder era mucho más divertido que estar en nuestras casas, había mucho más gente, éramos oficialmente grandes? Esa sensación me persiguió durante muchos años y en otro momento contaré otros momentos en que la experimenté con toda claridad.

El recuerdo más claro de mi primer día de primaria es que me sentía verdaderamente frustrada porque, como mis compañeras no me conocían, estaban empecinadas en que había reprobado año. Parecían ser incapaces de entender la posibilidad de que alguien entrara al Colegio en primero de primaria. En aquellos tiempos el colegio tenía lista de espera y era muy raro que alguien llegara o se fuera.

Creo que los dos factores comunes cada vez que empiezo una nueva etapa son la emoción y la incredulidad ante la estupidez de los demás. Me encantan los comienzos y odio los finales, son los finales lo que siempre me ha dado ganas de llorar.

noticia informativa

me propuse publicar al menos una vez al día durante al menos 30 días. hasta hoy, que es el día 20 lo he cumplido muy bien pero como no estaré en mi casa los próximos días me amenaza la posibilidad de no cumplir con mi propósito. por eso he decidido dejar programada la publicación de los posts de los días 19 al 23 de diciembre, todos los días a las 11 de la noche para conservar mi horario habitual de publicación hasta hoy.

aviso desde ahora que estoy pasando por una etapa proustiana/felisbertiana y todos los posts son como el caballo perdido, evocaciones de la infancia, cuestionamientos a la memoria. hoy mismo empiezan.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Best pianoman ever!

Hoy A. me invitó a cenar para celebrar su nuevo trabajo. Yo ya lo había invitado a cenar la semana pasada pero hoy nos tocó ir con su primer sueldo. Fuimos a una pizzería que abrieron no muy lejos de la casa hace unos meses. Desde que llegamos nos llamó la atención la música, canciones clásicas de Dylan, de los Stones.

El lugar es muy chiquito y para aprovechar el poco espacio, tiene un tapanco. Como yo me moría de frío a pesar del abrigo nos sentamos arriba en donde había dos mesas ocupadas: una con dos parejas y una con un teclado/pianito. Pedimos una pizza y estábamos comiendo con toda tranquilidad cuando, de repente, el mesero subió y se llevó el teclado.

Un par de minutos después empezamos a oír los algo que se parecía a Piano Man y una voz completamente desafinada empezó a tratar de cantar una canción que, claramente, no se sabía. Mi primer comentario fue: "creo que yo canto mejor, definitvamente me sé mejor la canción y hasta toco el piano mejor". Créanme que no exageraba y todos sabemos que el talento musical (o con más precisión, la falta de él) de mi familia es legendario.

Primero estábamos en shock pero cuando llegó a la tercera canción: Hey Jude el asunto alcanzó dimensiones sublimes. El cantantito no se sabía la letra así que washandwereó un poco y el resto de la canción la silbó. A. y yo no pudimos hacer más que carcajearnos mientras se oía al pobre hombre buscar las notas en el pianito -en serio no exagero al decir que yo toco mejor- y equivocar la letra de Get Back, Imagine, The Scientist en versiones todas de no más de dos minutos, con pianazos muy fuertes y muy mal ecualizados.

A. dijo, muy atinadamente, que era como un capítulo perdido de Will and Grace, la situación era completamente digna de "Just Jack" o "Jack 2000", sólo que esto era "Jack 2009, región 4". Después, Jack se perdió en una extrañísima sucesión de acordes que, cuando uno creía haber adivinado de qué canción se trataba, se convertía en otra.

Para cuando llegó a su número final una versión instrumental libre de "Tómame o déjame" de Mocedades, me hube de declarar oficialmente su fanS, con énfasis en la ese final. Definitivamente la pizzería está en la lista de lugares a los que volveremos una y otra vez aunque en el fondo sospecho que nunca volveremos a presenciar tan sublime espectáculo.

martes, 15 de diciembre de 2009

correos ajenos

Antes, si alguien enviaba una carta a una dirección incorrecta el cartero la devolvía o, en el peor de los casos, quien la recibía la tiraba a la basura sin abrir. Como todos sabemos, el correo electrónico transformó esta situación.

Todos hemos abierto más de una vez correos que no eran para nosotros. Algunas veces por error y otras por curiosidad malsana, aun a riesgo de pescar algún exótico virus o caer en algún phishing scam. Lo que no sé es si a todos les pasan cosas tan raras en su correo como a mí.

Lo más incomprensible: De algún modo mi correo fue a dar a la lista de distribución de la Fundación Familia Juárez. Sí, una asociación sin fines de lucro de descendientes directos del mismísimo DON Benito Júarez (sí, el que vendía tamales en las esquinas de los portales). Así que si quieren saber cuándo será el siguiente homenaje luctuoso o guardia de honor en su tumba, ya saben a quién preguntarle.

La más creepy: Hace un año empecé a recibir tareas de investigación en mi correo personal en lugar de en el de tareas. Lo creepy es que las tareas no eran las que yo había dejado y no las enviaban mis alumnos; eran para una profesora que se llama igual que yo y que da investigación en Lima.

lunes, 14 de diciembre de 2009

viejos dolores


Hoy, en un juego bobo de la convivencia navideña de la prepa, me lastimé la secuela de un viejo accidente. Es increíble, el accidente original fue cuando tenía seis años y hoy, 26 años después, me está doliendo como si fuera mucho más reciente. A veces es asombrosa la memoria del cuerpo.

En serio, son pocas las cosas que recordamos tan vívidamente como los grandes dolores. Recordamos no sólo dónde y cuánto dolía, recordamos el lugar, la hora, incluso el olor. Y aunque no volvamos a experimentar el dolor en toda la intensidad, su recuerdo sí que produce desasosiego.

Un dolor específico puede remontarnos a algún momento pasado en que experimentamos algo similar con mucha mayor claridad, incluso, que un olor.

Y desde otra perspectiva, los pequeños dolores locales son la memoria del cuerpo. Se nos olvida completo que nos habíamos pegado en la rodilla, en el dedo, en la espinilla y lo recordamos cuando nos volvemos a pegar. Esto es evidente en golpes recientes pero algunas sensibilidades o insensibilidades particulares pueden permanecer toda la vida. Permanece en torno a la cicatriz de una cirugía, en algún rincón recóndito del cuerpo donde espera que un tropiezo, una distracción, una carrera deteniendo un limón entre las rodillas reavive el viejo dolor y, con él, el recuerdo de su historia que es parte de nuestra historia.

regalos de cumpleaños

Mi madre tiene la mala costumbre de cumplir años el 14 de diciembre, lo cual significa que cada vez que le quiero comprar un regalo de cumpleaños me tengo que enfrentar hordas de compradores navideños. Hoy fue verdaderamente horrible.

Le marqué a mi papá para informarle a dónde iba pues teníamos una posada familiar y tenía que buscar alguna manera verosímil de justificar mi retraso. No lo logró del todo pues dijo que me había perdido y cualquiera que me conozca sabe que eso es altamente improbable. Pero eso no fue lo peor, se le había olvidado que mañana es 14 así que decidió encargarme que comprara otro regalo de su parte.

Tardé poco más de una hora en encontrar dos regalos que me parecieron adecuados. Les ahorraré la descripción del centro comercial, creo que pueden imaginarlo perfectamente. Sólo diré que ni la final del futbol (fui durante el partido) ni la crisis lograron hacer una merma notable.

Y en el momento en que estaban envolviendo el segundo regalo me di cuenta de que ¡los dos eran suérters negros!

domingo, 13 de diciembre de 2009

mi corte

Me encanta cortarme el pelo (porque sí, ya me lo corté, hoy). Siempre he disfrutado los cambios, verme en el espejo y descubrirme otra es maravilloso. Me siento ligera, como más viva y con la cantidad de pelo que tengo la ligereza es también literal. Hoy me deben haber cortado por lo menos medio kilo de pelo y siento que, junto con él, se fue gran parte del apachurramiento de ayer.

Soy collona por naturaleza y hay muchas cosas en las que soy realmente cauta. Mi pelo no es una de ellas, me encanta tomar riesgos, me gusta dejar que el peluquero o peluquera -cuando sé que es buena- me sorprenda. Es raro que llegue al salón de belleza con una idea preconcebida.

Hoy me corté el pelo y me encantó cómo me quedó. Me siento ligera, viva, libre. Y cortarme el pelo es siempre un ritual para pasar a una etapa mejor.

viernes, 11 de diciembre de 2009

días como hoy


Todos tenemos días buenos y días malos y después están los días como hoy. Días en que todo te llega como disminuido, como si todos tus sentidos estuvieran entre algodones pero que, paradójicamente, todo te duele y hay ratos en que duele respirar, duele cada minuto.

Llevo todo el día como al filo de algo, como esperando lo que sé perfectamente que no pasará jamás. Y sí, necesito abrazos.

¿No les avisé que no me gusta diciembre? (http://felisbertiana.blogspot.com/2009/12/just-saying.html)

jueves, 10 de diciembre de 2009

Las puertas cerradas

He decidido emprender una campaña por el respeto a la puerta cerrada. No sé si haya sido un caso específico de hoy aunque no lo creo, más bien es que me levanté un poco menos paciente que de costumbre. El punto es que me di cuenta de que en la prepa hay un nulo respeto a las puertas cerradas. Los alumnos y los profesores están acostumbrados a ser atendidos en el momento en que ellos deciden y son incapaces de esperar y de respetar los tiempos y espacios de otros. Entran sin pedir permiso, abren las puertas sin avisar y cuando las encuentran cerradas con seguro, tocan hasta que alguien les hace caso.


Y no es exageración, entre 10 y 10:30, mientras estábamos en una junta de directivos y con un letrero pegado en la puerta que decía


REUNIÓN DE COMITÉ,
NO INTERRUMPIR


diez alumnos distintos (sí, los conté) abrieron la puerta y se asomaron buscando a alguien.


Después, me senté a trabajar mientras en la oficina de junto estaban en otra reunión importante. En media hora detuve a ocho personas que estaban a punto de tocar la puerta para preguntar algo completamente no-importante. Los alumnos se asombraban al saber que el profesor o profesora que buscaban estaba adentro pero que tenían que esperar para que los atendiera:


-Pero si tengo que hablar con él- me decían


A lo que yo les contestaba


-Tienes dos opciones: irte o esperar a que salga, no hay otra.


En serio, si no fuera porque más de uno en la prepa lo tomaría mal pegaría en mi puerta mañana un papel que dijera:


SI MI PUERTA ESTÁ CERRADA
ES PORQUE NO ESTOY O NO TE PUEDO ATENDER
ESPERA O VUELVE MÁS TARDE


Definitivamente, hoy amanecí un poco amargada.

Nueva y bonita causa

Al parecer, hoy es el Día mundial de comentar en blogs (cfr. http://www.rorpieth.es)

Así que comenten, comenten
aquí, y en otros blogs

miércoles, 9 de diciembre de 2009

En serio, mi compu odia a Arjona más que yo (si eso es posible)


Va la historia: en algún momento de esta semana (no me pregunten cuándo porque el PTSD me ha hecho olvidarlo), calificaba ensyos mientras oía música en mi lap y, de repente, sin mayor aviso el random del itunes llegó a una canción de Arjona, afortunadamente no recuerdo cuál fue. Juro solmemente que yo no la pusé ahí intencionalmente y que ya la borré. En cuanto superé el shock quise callarla, pero la pobre computadora estaba en un shock peor incluso que el mío, por lo que tardé más de un minuto en lograrlo. Cuando la callé, el itunes se atoró y mi computadora se volvió idiota y la tuve que reiniciar. Pero el pobre itunes tardó casi media hora en reaccionar. Más tarde, escribí al respecto usando un nuevo software que bajé de internet (Q10) que, entre otras cosas, garantiza que NUNCA perderás un texto a medio escribir. Anoche, cuando quise terminar el texto para subirlo al blog, no estaba. Es como si la pobre chiltic (nombre cariñoso que aplico a mi computadora y significa rojo en náhuatl) siguiera tardando de procesar lo que pasó. Sospecho que las dos necesitaremos terapia.

martes, 8 de diciembre de 2009

calificatoria


El cierre de un semestre académico es siempre un periodo de sentimientos encontrados. La semana pasada pasé casi diez horas haciendo exámenes orales a mis alumnos. Resultó una experiencia sumamente satisfactoria. Los resultados, en general, superaron mis expectativas. Me sorprendió particularmente una alumna que hasta este momento no había mostrado señal alguna de capacidad, siquiera comparable a la de sus compañeros, contestó adecuadamente a casi todas mis preguntas. Me demostró que es mucho más lista de lo que yo pensaba. Me encanta equivocarme así.

Además del examen oral, me entregaron un ensayo por parejas (ya que tuve 48 alumnos fue la única manera de poder salir viva de esta). Y es justo en este ensayo en donde empieza mi emotional roller coaster. Los ensayos van de lo sublime a lo ridículo con algunos puntos intermedios, a veces y muy pocos. Ya leí todos los ensayos menos uno y puedo compartir los resultados preliminares. Tres ensayos sumamente buenos, dos buenos pero que necesitan un esfuerzo adicional, fuera del molde, para imprimirles la calidad que les falta; muchos ensayos entre regulares y malones; un ensayo completamente ilegible y TRES PLAGIOS.

Uno de los plagios es tan burdo que no se merece demasiada atención: Una página de Yahoo Answers y seis de wikipiedia. Un ejercicio de corta y pega y elimina sin editar porque es demasiado. Hay un pequeñísimo y muy deficiente esfuerzo por disimular las fuentes cambiando algunas palabras "claves" por "sinónimos". Es tan malo que ni a divertido llega.

Lo verdaderamente intrigante son los otros dos plagios. Ya son, claramente, esfuerzos más conscientes y sofisticados por evitar trabajo. Los dos son, mayoritariamente, de fuentes impresas (con énfasis en el plural). Los dos hacen como que citan y hacen un esfuerzo más o menos afortunado por darle continuidad al texto.

En cierta manera resulta halagador que incluso hacer trampa en mi materia suponga un esfuerzo, pero no deja de ser preocupante/enternecedor el nivel de ingenuidad alcanzado. No importa de cuántas fuentes copies, no importa cuánto trabajes para confundir al lector con citas "aparentemente" mal hechas, si al final dejarás que oraciones tales como: "...y al final podría descubrir toda la majestuosidad del exterior y maravillarse con sus bellezas" o "Aunque pueda parecer padójico, el propio Platón desestimó reiteradamente la escritura en general..." te echen de cabeza.

lunes, 7 de diciembre de 2009

¿por qué escribo?


Es una de esas preguntas a las que se puede contestar a muchos niveles. Por un lado, siempre he admirado la capacidad comunicativa del lenguaje escrito; por el otro es una cuestión instintiva, natural.

Más bien la pregunta que me interesa es ¿por qué este blog? Realmente no creo que tenga nada que enseñarle a nadie (para eso están mis clases, mi otra vida en la que no soy felisbertiana sino tengo nombre y apellido) y sé bien que mi vida no es tan intensa como para resultar una apasionante lectura. ¿Qué busco entonces? No lo tengo demasiado claro. En cierto sentido es una salida, un espacio únicamente mío en que puedo poner por escrito y compartir con quienes estén interesados en leerlo ocurrencias, vivencias, reflexiones, observaciones y ociosidades varias. Hoy es, también, un modo de comunicación con las personas más importantes de mi vida y que están, casi todos, bastante lejos.

Soy una persona sumamente privada, no me gusta exhibirme, no me gusta ponerme en boca de todos. Por eso decidí omitir mi nombre y detalles personales de este blog. Sé que todos mis lectores me conocen y entienden bien lo que digo y lo que dejo de decir pero estoy también apostando a que algo de lo que escribo pueda significar más allá de mi cara y mi vida particular.

¿Por qué me propuse publicar por lo menos una vez al día durante por lo menos un mes? Porque escribir en el blog me hace bien, y justamente en estos momentos en que mi paz es menos estable y mi nivel de trabajo amenaza con ahogarme necesito conservar este espacio de cordura e intimidad compartida. Por si no llevan la cuenta, hoy es el décimo día.

domingo, 6 de diciembre de 2009

contra la procrastinación, full disclosure

Para conjurar la procrastinación, he decidido hacer pública la lista de cosas -no laborales, o laborales que no hago en horario de oficina- que tengo que hacer esta semana.
Así, si no las hago, me echan pleito todos ¿no? La lista no es exhaustiva ni la iré actualizando pero sí publicaré el viernes cuánto de esto hice

  1. Calificar los ensayos de mis alumnos
  2. Lograr orden en mi cuarto a más tardar el miércoles
  3. Cortarme el pelo
  4. Volver a las flores de Bach
  5. Organizar la lista de deseos para el intercambio de la oficina
  6. Comprarme un teléfono nuevo
  7. Acabar la entrada de Hacerte Escribir
  8. Recoger mis faldas en la costurera
  9. Llevar las botas negras al zapatero
  10. Bajo ninguna circunstancia debo seguir leyendo cheap chick lit sé bien que no es buena para mis acostumbrados bajoneamientos decembrinos

sábado, 5 de diciembre de 2009

señales


No me considero una persona supersticiosa pero siempre he creído que, de vez en cuando, la vida pone ante nosotros pequeñas señales.

Desde hace varios años cargo siempre en mi enorme bolsa una libretita. Anoche, como no sabía qué publicar para cumplir el reto (se notó ¿no?) decidí echarme un clavado a mi colección de libretitas para encontrar algo, cualquier cosa que me ayudara a salir del paso. Además de la bonita frase que publiqué oída en alguna conferencia -¿qué quieren? la libreta es un poco vieja y no tengo tan buena memoria- me topé con algo que, creo, es una señal.

Hojaeando algunas de mis múltiples libretitas me encontré los datos de los tres últimos hombres que fueron importantes en mi vida -y me atrevo a decir que son no sólo los tres últimos sino los tres únicos importantes- con su puño y letra. No revisé todas las libretas ni lo hice con particular cuidado pero las tres hojitas de tres cuadernos distintos llamaron mi atención de manera particular.

El efecto que tuvieron en mi me hace afirmar que, sin duda, fue más que una coincidencia. ¿Una señal? ¿qué significa?

just saying


no me gusta diciembre

el frío, el trabajo, el vacío

no me gusta diciembre

viernes, 4 de diciembre de 2009

Hoy escribo...

A fin de transmitir la relevancia sobre la destacada participación del hombre en la actualidad

jueves, 3 de diciembre de 2009

mis hermanos


Mi hermana me sugirió que el post de hoy se llamara "Por qué admiro tanto a mi hermana menor" y aunque, como verán, ése no es exactamente el título, sí es la inspiración.

Como saben (y si no lo sabían, ya lo sabrán) tengo dos hermanos menores: una hermana, M. y un hermano, J. Los dos viven fuera de México hace varios años y los dos son sumamente importantes en mi vida.

Mi madre hizo la hazaña, o cometió la imprudencia, todo es cuestión de enfoques, de tener tres hijos por cesárea en un periodo de dos años, dos meses y doce días. Este hecho tiene, desde mi punto de vista, dos consecuencias principales: La primera es que mis papás no pudieron tener los siete hijos restantes para llegar a los diez con los que soñaban. La segunda, es que le llevo a mi hermano dos años, dos meses y doce días y a mi hermana un año, dos meses y catorce días. Lo digo no sólo para reafirmar una obviedad, sino para señalar que tener dos hermanos que para todos fines prácticos tienen mi misma edad, es una maravilla.

De chicos, mi mamá nos llevaba a los tres en la misma carreola, en una época en la que las carreolas eran mucho menos sofisticadas y no había aditamentos extras. Fuimos al mismo kinder, aprendimos a leer inexplicablemente pronto y sin que nadie nos enseñara. Jugábamos juntos: mi hermana y yo tratábamos de jugar con nuestras muñecas y mi hermano nos molestaba a las dos. Vimos las mismas caricaturas pues crecimos en un mundo en que la programación -sólo vespertina- del canal 5 era la única opción de televisión para los niños. Íbamos a las mismas fiestas, nos invitaban a los tres a las piñatas de los compañeros de los tres; después íbamos a los mismos quince años y más tarde hasta empezamos a ir de antro juntos. Crecimos, reímos, lloramos juntos. Hasta el día de hoy compartimos amigos.

Tenemos el pelo muy chino, los ojos grandes; somos cejones y narigones. Los tres somos ruidosos, conspicuos y bailadores. Los tres cantamos mal pero nos empeñamos en hacerlo sin importar quién nos oiga. Los tres procuramos, en la medida de lo posible, estar presentes en la vida de los otros a pesar de la distancia. Disfrutamos locamente el poco tiempo que estamos juntos y el resto del tiempo nos extrañamos también locamente.

Siempre he creído que tener hermanos es un derecho, a lo que mi hermana siempre agrega que lo ideal es tener por lo menos dos para que uno pueda escoger. La maravilla de mi caso es que no tengo que escoger. Mis dos hermanos son la neta y no les he dicho con suficiente frecuencia lo importantes que son para mí.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

alguien se merece un premio

¿se puede cometer una mayor estupidez que cerrar la cajuela del coche con las llaves adentro?

la respuesta es, sin duda.

se puede, por ejemplo, creer que cerraste la cajuela con las llaves adentro, movilizar a toda tu familia para que venga en tu auxilio, decirle a todo mundo que dejaste las llaves adentro y justo un minuto antes de que llegue tu papá con el duplicado, darte cuenta que las llaves están tiradas al pie del coche, justo junto a la puerta del chofer y que no las oíste caer por estar jugando a mover los pedacitos de cemento que marcan los lugares en el estacionamiento de la prepa.

y todo eso cuando son las 4:30 y tu hora de salida son las 3, y la vez pasada que saliste tan tarde te encontraste con que al coche se le había bajado la batería porque habías dejado las luces prendidas desde las siete de la mañana que llegaste (y eso fue la semana pasada).

p.d. no vayan a creer que tras la segunda persona me oculto yo, son purititos ejemplos


martes, 1 de diciembre de 2009

montessoritsin

Hoy es cumpleaños de S., que es mi amiga desde hace unos 24 años (ya sé, somos unas ancianas y yo un poco más que ella). Salimos a cenar y durante la plática caímos en la cuenta de algo sumamente curioso. Por alguna extraña razón, la mayor parte de los colegios montessori de Puebla tienen nombre en náhautl y además un porcentaje considerable está en Cholula. ¿Hay alguna razón más allá de pretensiones alternativas que expliquen esto? ¿María Montessori tenía algún antepasado azteca del que yo no sepa?

¡Feliz cumpleaños S! 32 años son muy pocos