lunes, 14 de diciembre de 2009

viejos dolores


Hoy, en un juego bobo de la convivencia navideña de la prepa, me lastimé la secuela de un viejo accidente. Es increíble, el accidente original fue cuando tenía seis años y hoy, 26 años después, me está doliendo como si fuera mucho más reciente. A veces es asombrosa la memoria del cuerpo.

En serio, son pocas las cosas que recordamos tan vívidamente como los grandes dolores. Recordamos no sólo dónde y cuánto dolía, recordamos el lugar, la hora, incluso el olor. Y aunque no volvamos a experimentar el dolor en toda la intensidad, su recuerdo sí que produce desasosiego.

Un dolor específico puede remontarnos a algún momento pasado en que experimentamos algo similar con mucha mayor claridad, incluso, que un olor.

Y desde otra perspectiva, los pequeños dolores locales son la memoria del cuerpo. Se nos olvida completo que nos habíamos pegado en la rodilla, en el dedo, en la espinilla y lo recordamos cuando nos volvemos a pegar. Esto es evidente en golpes recientes pero algunas sensibilidades o insensibilidades particulares pueden permanecer toda la vida. Permanece en torno a la cicatriz de una cirugía, en algún rincón recóndito del cuerpo donde espera que un tropiezo, una distracción, una carrera deteniendo un limón entre las rodillas reavive el viejo dolor y, con él, el recuerdo de su historia que es parte de nuestra historia.

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