Mi hermana me sugirió que el post de hoy se llamara "Por qué admiro tanto a mi hermana menor" y aunque, como verán, ése no es exactamente el título, sí es la inspiración.
Como saben (y si no lo sabían, ya lo sabrán) tengo dos hermanos menores: una hermana, M. y un hermano, J. Los dos viven fuera de México hace varios años y los dos son sumamente importantes en mi vida.
Mi madre hizo la hazaña, o cometió la imprudencia, todo es cuestión de enfoques, de tener tres hijos por cesárea en un periodo de dos años, dos meses y doce días. Este hecho tiene, desde mi punto de vista, dos consecuencias principales: La primera es que mis papás no pudieron tener los siete hijos restantes para llegar a los diez con los que soñaban. La segunda, es que le llevo a mi hermano dos años, dos meses y doce días y a mi hermana un año, dos meses y catorce días. Lo digo no sólo para reafirmar una obviedad, sino para señalar que tener dos hermanos que para todos fines prácticos tienen mi misma edad, es una maravilla.
De chicos, mi mamá nos llevaba a los tres en la misma carreola, en una época en la que las carreolas eran mucho menos sofisticadas y no había aditamentos extras. Fuimos al mismo kinder, aprendimos a leer inexplicablemente pronto y sin que nadie nos enseñara. Jugábamos juntos: mi hermana y yo tratábamos de jugar con nuestras muñecas y mi hermano nos molestaba a las dos. Vimos las mismas caricaturas pues crecimos en un mundo en que la programación -sólo vespertina- del canal 5 era la única opción de televisión para los niños. Íbamos a las mismas fiestas, nos invitaban a los tres a las piñatas de los compañeros de los tres; después íbamos a los mismos quince años y más tarde hasta empezamos a ir de antro juntos. Crecimos, reímos, lloramos juntos. Hasta el día de hoy compartimos amigos.
Tenemos el pelo muy chino, los ojos grandes; somos cejones y narigones. Los tres somos ruidosos, conspicuos y bailadores. Los tres cantamos mal pero nos empeñamos en hacerlo sin importar quién nos oiga. Los tres procuramos, en la medida de lo posible, estar presentes en la vida de los otros a pesar de la distancia. Disfrutamos locamente el poco tiempo que estamos juntos y el resto del tiempo nos extrañamos también locamente.
Siempre he creído que tener hermanos es un derecho, a lo que mi hermana siempre agrega que lo ideal es tener por lo menos dos para que uno pueda escoger. La maravilla de mi caso es que no tengo que escoger. Mis dos hermanos son la neta y no les he dicho con suficiente frecuencia lo importantes que son para mí.
1 comentario:
Me has hecho llorar en una mañana helada después de una noche en la que no pegué el ojo por un segundo.
Me encantó!
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