no sé explicar las cosas sin recurrir a ejemplos y no se me ocurre una fuente de ejemplos en la que me sienta cómoda que mis propios recuerdos ¿qué voy a conocer mejor que mi propia vida? es por eso que suelo echar mano de anécdotas propias para clarificar los conceptos. esto invariablemente conduce a que mis alumnos se rían de mí pero quiero creer que también ayuda a humanizarme.
hoy, entre ejemplo y ejemplo, hube de recomendarles que si se quedan en la universidad (están a un mes de terminar la prepa) y tienen la oportunidad de tomar clases con el famosísimo panchito campoamor, el mejor maestro de literatura que tuve en la carrera, no dejen de hacerlo. a lo que un alumno contestó con sincera espontaneidad:
-¿y qué, ese wey sigue vivo?
no pude evitar el sarcasmo:
-no, les estoy recomendando que tomen clase con un fantasma. Ah, y además, como terminé la carrera hace 50 años todos mis profesores tienen que estar muertos.
el grupo se carcajeó entre incómodo y asombrado y yo no pude evitar agregar.
-bastante conflicto tengo ya con mis casi 33 para que además me hagan sentir vieja tan gacho.