Adicionalmente resultó que mi hermana, antes de regresar a Viena, les regaló un colchón nuevo a mis papás y mi madre decidió poner en mi cama el colchón que quitó de la suya que es mucho, mucho menos viejo que el mío.
Estos dos hechos ocasionaron que:
1. Sufriera terriblemente (y lo sufro aún, aunque en mucho menor medida) el complejo de los osos de ricitos de oro: alguien ha estado en mi cuarto, alguien ha cambiado mi cama.
2. Las malas noches pasadas en colchón ajeno, desconocido y gastado con formas que no son la mía ocasionaron que el jet lag se prolongara como dos semanas durante las cuales fui profundamente ineficiente para enfrentar todo el trabajo que se acumuló durante mi ausencia. Conduciéndome a dos decisiones importantes: volver a poner el viejísimo colchón que afortunadamente no habían tirado a la basura y volver también a las flores de bach.
3. Siga terminar sin desempacar (yo, con maletas medio vacías al pie de mi cama, qué raro...) y al parecer no tenga para cuando.
1 comentario:
Que mala noticia lo del robo...
Y sobre el colchon....
A todo se acostumbra el hombre menos a no comer.
SALUDOS
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