sábado, 10 de octubre de 2009

el complejo de los osos de ricitos de oro

Volví de España hace más de un mes y me encontré con la noticia de que mientras estuve fuera se metieron a robar a mi casa. A mí no me robaron casi nada (lástima que no pueda decir lo mismo del resto de mi familia) pero sí que dejaron mi cuarto hecho un verdadero desmadre. Mi mamá, mi tía y mi prima P trataron de volver a dejar todo en su lugar antes de que yo regresara. Se los agradezco profundamente y encontré mi cuarto mucho más ordenado de lo que había estado en mucho tiempo pero, evidentemente, las cosas no están exactamente en dónde estoy acostumbrada a encontrarlas.

Adicionalmente resultó que mi hermana, antes de regresar a Viena, les regaló un colchón nuevo a mis papás y mi madre decidió poner en mi cama el colchón que quitó de la suya que es mucho, mucho menos viejo que el mío.

Estos dos hechos ocasionaron que:

1. Sufriera terriblemente (y lo sufro aún, aunque en mucho menor medida) el complejo de los osos de ricitos de oro: alguien ha estado en mi cuarto, alguien ha cambiado mi cama.

2. Las malas noches pasadas en colchón ajeno, desconocido y gastado con formas que no son la mía ocasionaron que el jet lag se prolongara como dos semanas durante las cuales fui profundamente ineficiente para enfrentar todo el trabajo que se acumuló durante mi ausencia. Conduciéndome a dos decisiones importantes: volver a poner el viejísimo colchón que afortunadamente no habían tirado a la basura y volver también a las flores de bach.

3. Siga terminar sin desempacar (yo, con maletas medio vacías al pie de mi cama, qué raro...) y al parecer no tenga para cuando.