domingo, 3 de agosto de 2008

sábado de pesadilla

Llegue a la terminal de la 4 Poniente a las 5:45 a.m. El camión al aeropuerto de México se llenó en mis narices y tuvimos que esperar 50 minutos al siguiente.

Llegando a la T2 en el D.F. hicimos el checkin y nos sentamos a desayunar. Pasé las tres horas que faltaban para abordar como mejor pude, en el aeropuerto no hay mucho qué hacer. Abordamos con muy poco tiempo y el avión llegó media hora tardea a Houston en donde empezaron las once horas de pesadilla.

En Houston nos recibió una larguísima cola en migración, las dos horas que teníamos para alcanzar el vuelo a Toronto pasaron y seguíamos formados y yo ya no sabía cómo cargar mi computadora, me dolía todo. Cuando por fin pasé migración corrí, pasé todos los controles de seguridad, hice tres colas más, me quité y me puse los zapatos tres veces y llegué en cochecito de aeropuerto a la puerta del avión a Toronto 45 minutos después de la hora del despegue. Le tuve que explicar a la gringa jetona del mostrador de Continental tres veces que todo ese tiempo estuve haciendo cola y no perdiendo el tiempo… ni al baño había ido. Nos pasó a los tres (o, a y yo) al siguiente vuelo a Toronto que salía dos horas y media después y me dio los pases de abordar. En ese momento caí en la cuenta de que cuando o me dijo que me adelantara no quedamos en dónde nos veríamos. Después de esperarlo como media hora decidí entrar al baño y saliendo le pregunté a la misma amabilísima y encantadora señorita si los otros podían averiguar en qué avión estábamos en otro mostrador y ella me dijo que no, que tenía que buscarlos. Pedí que los vocearan en español avisando el número de puerta en la que salía el avión y salí corriendo a buscar el shuttle para llegar a la terminal adecuada. Cuando llegué ya estaban ahí cómodamente sentados y esperándome porque desde que pasaron migración, alguien de continental con un poco más de iniciativa les dijo que ya les habían asignado ese vuelo. En todo el día había comido un latte y un croissant a las nueve de la mañana y un “sándwich” de pan sospechosamente naranja y pavo de hule en el avión; así que para las seis de la tarde que llegué a la puerta adecuada en el George Bush Intercontinental Airport tenía el azúcar bajísima. Antes de abordar me comí media pizzita de peperoni absolutamente infame. Volamos a Toronto en un jet que parecía de juguete, en cada fila había solo tres asientos EN TOTAL, uno de un lado del pasillo y dos del otro.

Llegamos a Toronto a las 11:30 y al pasar migración el policía que me tocó me vio cara de candidata a ilegal así que me mandó a hacer otra hora de cola para que me interrogaran. Ya estaba tan cansada que casi no tenía voz y hubiera tartamudeado en cualquier idioma así que llegué a temer que el policía que me interrogaba creyera que el tartamudeo fuera porque estaba diciendo mentiras y me deportara en ese momento. Afortunadamente me creyó y pudimos salir del aeropuerto poco antes de la una. Tomamos el camioncito a los hoteles del centro, de ahí tomamos un Taxi y llegamos a New College (la residencia universitaria sesentera y decadente en la que nos estamos quedando) a las dos. Me urgía llegar, me urgía bañarme, me urgía encerrarme y tener un rato de paz. Medio me instalé, me bañé y me dormí.

2 comentarios:

Arturo Loría | Velvet Boy dijo...

NO MAMES!

HILLARIOS!

Jajajajaja, me recordó a una experiencia y a otro diario canadiense, jajajaja...

Por Dios, tienes que seguir con esto, que yo he de seguir con lo mío, tengo harto chisme que contar...

Besos...

Unknown dijo...

inch.. gringos (y canadienses). Es indignante como hacen a la gente esperar en migracion, como te hacen quitarte los zapatos.
En fin, aste no se deje desanimar y disfrute el resto. Lo bueno de estos viajes es que solo hay que entrar al pais una vez.
Por cierto, del lunes no hay rese~na?