Creo que a mis 32 por fin tengo claro quién quiero ser, y mucho más claro aún quién no quiero ser. Me gusta mi vida y lo que sé que puedo hacer con ella. Me gustan las posibilidades que se abren ante mí, me gusta saber que todavía puedo mandar todo a la fregada, dar el salto al vacío y empezar de nuevo en otro espacio. Pero también me gusta tener tiempo, no verme forzada a decidir sobre el salto hoy o mañana. Me gusta pensar que cuando sea el momento adecuado, el salto será definitivo. Me doy cuenta que ésta es una realidad muy poco común entre la gente de mi edad, en particular entre las mujeres de mi edad.
Sé que soy mucho más que una maestra de prepa, y que va siendo momento de vivir en consecuencia.
Llevo una semana de sumo optimismo, y lo más extraño es que el optimismo viene de la certeza de que ya decidí dejar de hacerme tonta y enfrentar mis propios monstruos. Da miedo pero me tranquiliza saber que varios están encantados con la oportunidad de compartir mi vértigo.
Creo que esta es la conclusión, el vértigo me hace sentir viva.